The hidden curriculum can be defined as the set of rules, customs, beliefs, languages and symbols that are manifested in the structure and operation of an institution (Acevedo, 2010), which are produced in parallel with the intentions of the explicit, manifest or written curriculum, and precisely through the practices with which it is developed. It refers to learning that is acquired by students although these aspects are not included in the official curriculum.
Any environment, including social, recreational and traditional activities, can lead to unintentional learning, since learning is not only connected to schools, but also to the experiences that a person has. In this case, it is at the pre-school or higher education level. It is everything that can be seen and heard, but transmitted and received unconsciously, at least without any recognised intentionality.
According to Parcerisa (1999), the hidden curriculum transmits, above all, values and attitudes through a process of analysis and reflection, on many other occasions through what Bandura calls “vicarious learning” produced by teachers in their way of acting and through their intervention.
References
Acevedo Huerta, J. E. (2010, noviembre). El currículo oculto en las enseñanzas formales. Aspectos menos visibles a tener en cuenta para una educación no sexista. Temas para la educación. Recuperado de: https://www.feandalucia.ccoo.es/docu/p5sd7590.pdf
Parcerisa, A. (1999). ¿Qué es el currículum oculto?
Authorship
Paula López Peña, Marcos Ruiz Vadillo, Lidia San Emeterio Uslé y Sandra Viso Sotorrío, 2020.
The hidden curriculum is transmitted, without an explicit intention, by the faculty. That is, it is what is transmitted without being aware of it. This make reference to the not write curriculum. This does not always coincide with what we, as teachers, expect to teach and even we can find ourselves in situations in which we are unconscious transmitters of guidelines and values contrary to what we really want to transmit.
It is important to say that always exist an hidden curriculum, because the teachers can’t stop make influence on their student body in multiple ways, many of them unaware. The learning of this type of curriculum occurs, on many occasions, through what Bandura calls “vicarious learning”. That is, it is learning by imitating the way of acting of a model figure, such as, for example, the teacher. We have to be clear about the transcendence of this curriculum, considera all the elements in a doublé perspective: that of the explicit curriculum and that of the implicit one, to make the hidden curriculum visible. In addition, we must be clear that neutral education is a myth since we are always influencing.
References
Artur Parcerisa Aran. (1999). Eufonía. [Versión electrònica]. Revista Eufonía 17.
El juego libre permite al alumno dirigir su propia acción siendo este el protagonista de su actividad (Fernández, 2014). Es creativo y carece de reglas fijas, favorece la espontaneidad, la actividad creadora, desarrollar la imaginación, liberara los niños de presiones y permitir que se desenvuelvan de manera independiente y con gran libertad (Caurcel, 2010). Por lo tanto, el juego libre y espontáneo es importante ya que fomenta la creatividad del ser humano y genera placer en quienes participan. (Arnaiz, de Basterrechea y Carreño, 2011)
En la escuela española de antes del último tercio del siglo XIX, sustentada en prácticas memorísticas y en una organización escolar intelectualista, abogó a comienzos del siglo XX por llevar a cabo una transformación hacia una educación integral donde el niño es el protagonista del proceso de enseñanza-aprendizaje y donde poco a poco es reconocido el poder pedagógico de la actividad lúdica (Rico, 2007). La importancia del juego no se conocía como recurso educativo en la vida de los menores. Sin embargo, en la actualidad, pese a ser conscientes de los beneficios que este proporciona, no se le da ni la relevancia ni las oportunidades necesarias para su desarrollo.
Por una parte, no existe una concordancia entre la idea que se expone en este documento acerca del juego libre y lo que se lleva a cabo realmente en la práctica. Aunque en muchos casos los docentes son conscientes de la importancia de este tipo de juego, son reacios a la hora de llevar a cabo esta actividad. El principal motivo de esto, esel afán por sostener la idea tradicionalista del juego como un tiempo de ocio lejano al aprendizaje o a la educación. En contraposición con lo anterior, lo ideal sería no entenderlo como una pérdida de tiempo, sino como algo tanto enriquecedor como productivo en el ámbito pedagógico (Rico, 2007).
Por todo ello, el docente tiene que cuidar su comportamiento y adaptarse a las necesidades de cada niño/a a la hora de comer. La paciencia y la empatía son actitudes que tiene que tener. Asimismo, es importante que durante la comida el docente interaccione con el niño/a, explicándole en todo momento lo que se está haciendo.
Además, es fundamental que si se realiza algún pacto con el niño/a se cumpla, porque se puede sentir engañado (Thió, 2011). Del mismo modo, el docente no tiene que fijarse solamente en sí el niño/a ha comido todo, sino que tiene que centrarse más en cómo está comiendo para saber cuáles son sus logros y cuáles sus dificultades y así ayudarle (Ritscher, 2010). Por último, es importante dejar a los niños/as que experimenten, que sean ellos/as mismos quienes decidan cómo comer, así como servirse su propia comida. Por lo tanto, dejarles libertad es necesario, ya que así el momento de la comida será divertido, entretenido y atractivo (Thió, 2011).
Una vez vista la realidad general en las aulas, se puede concluir que el juego actualmente no coincide con las características enmarcadas en la definición real de juego libre. Es decir, acoger una organización contextual sin un fin predeterminado que brinde a los niños la oportunidad de interpretar libremente. Cada individuo tiene una forma diferente de participar, entender, contemplar, jugar, etc. por lo que no se les debe limitar su creatividad e imaginación. Si se lleva a cabo esta idea, permitiremos que los niños generen su propio mapa a través del imaginario (inconsciente) y de las representaciones mentales de la realidad que se les ofrece (conscientes) (Abad, 2008).
Por otra parte, los niños conciben el juego como su manera básica de actuar. Aunque lo hacen por gusto, principalmente llevan a cabo dicha acción porque tienen la necesidad de hacerlo (Arnaiz, de Basterrechea, Carreño, 2011).
Para que esto se lleve a cabo de manera correcta, los adultos y en concreto los docentes, deben de presentar los objetos de juego de una manera ordenada con el fin de provocar y promover en los menores un deseo de transformación de la realidad. De esta manera los niños conseguirán hacer de esos espacios un lugar propio tanto de manera física como mental. No es necesario que todo esté ordenado tal y como el adulto lo dispone, sino que dentro del juego libre también cabe la posibilidad de la destrucción, recolocación, reutilización, etc. Desde la perspectiva del adulto,esto no se debe de considerar un error sino una forma de conocer de manera más integral a cada niño utilizando la observación como medio de documentación(Abad, 2008).
Basándonos en un ejemplo real, unos niños de un aula de tres años de Educación Infantil utilizan, de manera grupal, diferentes objetos tales como una cuna, un banco, unas telas, etc. con un propósito distinto a la finalidad para la que estaban diseñados en un principio. Sin embargo, la docente se enfadó al ver que no lo estaban usando de una manera “normal”.
También hay tener en cuenta que los espacios no se deben limitar a los que las instituciones escolares poseen, sino que se puede desarrollar en diferentes contextos, más allá de cuatro paredes. El entorno natural es un medio óptimo a la hora de llevar a cabo el juego libre ya que los niños disfrutan, se divierten, experimentan y aprenden de manera global y diferente a lo que están acostumbrados. Algunos ejemplos pueden ser las excursiones, salidas, etc. al aire libre (Rico, 2007).
Una vez visto la evolución del concepto que se ha tenido y se tiene del juego en el contexto escolar y concretamente del juego libre, podríamos concluir que los alumnos no se nutren de la aventura que este guarda, la incertidumbre que genera, la oportunidad de imaginar o realizar un viaje a lo desconocido, etc. Las escuelas se amparan en editoriales que ofrecen pseudojuegos que están lejos de brindar libertad de acción a los pequeños. El hecho de predisponer la utilización de cada material ofrecido limita su aprendizaje. Asimismo, como hemos mencionado anteriormente, el tiempo que se les ofrece a los niños para poder crear, crecer, desarrollarse, etc. está solapado por las supuestas actividades obligatorias y necesarias para ellos, es decir, actividades curriculares. Por ello, el tiempo que se le dedica al juego libre es mucho menor que el que se dedica a dichas actividades (Hoyuelos, 2015). Jugar no es perder el tiempo, pero limitar las posibilidades de alcanzar un desarrollo íntegro sí lo es.
References
Abad, J. (2008). El Placer y el Displacer en el Juego Espontáneo Infantil. Arteterapia- Papeles de arteterapia y educación artística para la inclusión social , 167-188.
Caurcel, M. J. (2010). Contextos de desarrollo y juego en la edad infantil. En A. Muñoz García, Psicología del desarrollo en la etapa de Educación Infantil (págs. 176-193). Madrid: Pirámide.
Fernández, L. (2014). El juego libre y espontáneo en educación infantil. Una experiencia práctica. Santander.
Hoyuelos, A. (2015). Cultura de la infancia y ámbitos de juego. En A. Hoyuelos, & M. A. Riera, Complejidad y relaciones en educación infantil (págs. 113-130). Barcelona: Rosa Sensat
Mañós, R. V., Balagué, À. G., Virgili, N. A., &Montalá, M. D. (2019). Percepción de los maestros sobre el derecho al juego libre en educación infantil y educación primaria. Estudio desarrollado en Barcelona (España). Bordón. Revista de Pedagogía, 71(4), 151-165.
Rico, A. P. (2007). Consideraciones pedagógicas sobre los valores y posibilidades educativas del juego en la España contemporánea (1876-1936). Historia de la Educación, 26.
Laura Cabeza Badía y Cristina Rojo Santamaría, 2020.
El juego, como menciona Huizinga (1984), es una actividad voluntaria con límites espaciales y temporales, basada en una regla aceptada libremente y en un fin. En ella, se desarrollan sentimientos de alegría y tensión, así como la conciencia de experimentar algo diferente a lo que ocurre en la vida.
Esta actividad, muy al contrario de la fama que ha recibido en la educación, no es una ocupación perniciosa que se deba de reducir. El juego libre son acciones fundamentales para el desarrollo de los niños y por ello no debería de ser la actividad a la que tengan acceso cuando han terminado lo que la maestra considere académico porque, de esta manera, les está impidiendo realizar una actividad muy necesaria para su crecimiento.
Asimismo, tampoco sirve emplearlo a modo de pseudojuego para trabajar los contenidos curriculares porque pierde su esencia y desnaturaliza la propia actividad (Hoyuelos, 2015). En este sentido, es necesario tener clara la idea que explica dicho autor sobre que el juego es una actividad incierta, imprevisible y esto es lo que la hace tan fascinante.
En estos momentos de juego libre los niños imaginan qué podría ocurrir, se sienten de maneras diferentes, prueban cosas, imaginan, etc. Los pequeños emplean el juego para recorrer caminos que, de otra manera, no lo conseguirían (Hoyuelos, 2015).
Además, a través del juego los niños ponen en práctica su capacidad de ver todo lo que les rodea desde una perspectiva poética, aun siendo temas tan complicados como la soledad, el abandono, la amistad, etc. En multitud de ocasiones los niños emplean el juego como herramienta para tratar todos esos temas que los adultos tendemos a evitar que conozcan o sean conscientes de los mismos.
Sin embargo, no somos conscientes de la gran capacidad de comprensión y gestión poética, sorprendentemente natural, que desarrollan los niños a través del juego para tratar dichos temas que consideramos inapropiados para su edad.
Otra característica de esta actividad lúdica es que es propia de la infancia porque los adultos no podemos jugar, intentamos representarlo de la mejor manera posible, pero no formamos parte del juego como sí que lo hacen los niños. Puede que por ello nos estemos preguntando constantemente la finalidad del mismo, como si tuviese que ser una actividad basada en la lógica. Esto no quiere decir que el juego sea incoherente, muy al contrario, los que se encuentran inmersos en el mismo son capaces de percibir e interpretar su sentido (Hoyuelos, 2015).
Por otro lado, en los momentos de juego libre los niños se verán influidos por su edad y los materiales proporcionados. Pueden desarrollar un juego presimbólico o simbólico, aunque este último aumenta entre los dos y los cinco años de edad (Gallardo & Gallardo, 2018). En este sentido, resulta fundamental tener en cuenta que los diversos tipos de materiales provocan diferentes tipos de juego.
Referencias
Gallardo, P & Gallardo, J.A. (2018). Teorías sobre el juego y su importancia como recurso educativo para el desarrollo integral infantil. Revista Educativa Hekademos, 24.
Hoyuelos, A. (2015). Cultura de la infancia y ámbitos de juego. En Hoyuelo, A y Riera, M.A. Complejidad y relaciones en educación infantil. Barcelona: Rosa Sensat.
Huizinga, J. (1984). Homo Ludens. Madrid: Alianza.
Sofía Cuevas Llorente y Lucía Martínez Gutiérrez, 2020.
En el Artículo 31 de la Convención de los Derechos del Niño se reconoce su derecho al juego libre y espontáneo. Asimismo, Molina (2008) nos habla sobre el poder transformador que tiene este juego en los niños, ya que mediante esta actividad estos van representando la realidad que conocen.
En Educación Infantil el juego libre se debe contemplar y valorar como un derecho y necesidad del niño para su desarrollo íntegro. Por ello, es de suma importancia darle y reconocer el valor de este momento en el contexto escolar.
Los docentes de Educación Infantil consideran el juego como un momento formativo que favorece al desarrollo evolutivo de los niños, por ello, existe una mayor implicación de estos en la observación y en la evaluación de este momento como una actividad educativa.
Sin embargo, en la realidad escolar la escasa ayuda por parte del equipo directivo, la opinión de las familias y el límite que establecen los horarios de aula son las principales barreras que tienen que superar los docentes para poder ofrecer a los niños espacios y momentos de juego fructíferos y significativos (Mañós, Balagué, Virgili, & Montalá, 2019).
Desde nuestra experiencia como docentes en las aulas de prácticas, este momento no se contemplaba como valioso, sino que se llevaba a cabo en los tiempos que sobran al terminar ciertas actividades como la realización de fichas u otras dinámicas escolares.
Desde esta perspectiva, el juego adquiere una concepción rígida, en la que se guía por pautas y normas impuestas por el maestro en los momentos restantes del día. Esto lo convierte en una actividad dirigida, sin dar lugar a la experimentación y creatividad de los niños que, por lo tanto, no responde a sus necesidades.
Las características que debe tener el juego libre, según Cuba &Palpa (2015), y que nosotras compartimos como alumnas de Magisterio, son las siguientes: es un proceso natural e individual puesto que cada niño es el protagonista de su propia acción; a través del juego simbólico que se da en esta actividad espontanea de los niños pueden construir sus propios esquemas conceptuales; este momento debe resultar divertido y placentero para el niño; debe estar acompañado de una flexibilidad que permita a los niños una libertad para hacer y deshacer a su antojo; finalmente, el juego libre no es un medio a través de cual se llega a un fin, sino que tiene significado en sí mismo.
Todas estas características podrían y deberían ser aplicables a un aula de Educación Infantil, por lo que creemos que debemos dejar atrás ese concepto de que el juego libre es algo que se da en momentos sobrantes del día, sino que tiene un significado propio y resulta fundamental para el desarrollo íntegro de los niños.
A continuación, presentaremos una propuesta de documentación del juego libre que llevaríamos a cabo dentro de nuestras aulas de Educación Infantil como docentes. Esto sería una guía sobre cómo documentar este proceso natural que se desarrolla en el contexto escolar del niño.
En primer lugar, nuestro objeto de estudio será nuestra propia aula de Educación Infantil, concretamente un aula de tres años. Nuestra intención es realizar un seguimiento de este grupo a lo largo de los nueve meses de curso escolar.
La documentación se llevará a cabo a través de un instrumento de recogida de datos, un cuaderno de registro, en el que anotaremos las conductas observables que sean más significativas durante el juego libre. Este proceso se presentará a las familias a través de dos medios que responden a necesidades y momentos diferentes.
Por un lado, diseñaremos un panel expositivo que colocaremos en un lugar visible en la entrada del aula. Las docentes modificarán el panel con una regularidad mensual. Por otro lado, nos apoyaremos en una presentación de PowerPoint que mostraremos en cada reunión trimestral con las familias. Este formato nos permitirá añadir fotografías y videos que nos acompañarán en la narración que contaremos sobre la historia de lo que ocurre en el juego que se da en la escuela.
Partiendo de la convicción de que el momento de juego se aprovecha mejor a partir de la creación de propuestas, planteamos diferentes propuestas que se den de forma natural y espontánea, favoreciendo el disfrute de los niños y la eficacia para un mejor proceso de documentación.
Estas propuestas deben tener en cuenta las siguientes pautas. Primero, debemos asignar al juego libre un tiempo específico dentro de nuestra programación, otorgándole de esta manera, la importancia inherente que posee. Asimismo, es fundamental que este proceso no se desarrolle siempre en la misma aula, sino que los alumnos tengan la oportunidad de experimentar en otros espacios (pasillos, patio, aulas de otros grupos, biblioteca). De esta forma, los niños irán adquiriendo una sensación de continuidad que reforzará en ellos un sentimiento de pertenencia al centro como comunidad y al propio grupo al que pertenecen.
En estos espacios de juego es imprescindible la disposición de distintos materiales, así como su accesibilidad para los niños. Además, estos han de estar disponibles para que los niños puedan hacer uso de ellos. Como maestras, tratamos de darle sentido e interpretar las acciones y conductas que presentan los niños en los diferentes momentos y etapas del juego.
Desde una visión más objetiva, contaremos sistemáticamente lo que va realizando el niño a medida que el proceso de juego avanza. La información que volcaremos en el panel expositivo mensual será de carácter objetivo. Es decir, una vez registrados los hechos significativos a lo largo del juego libre del alumnado en nuestro instrumento de recogida de datos, los seleccionaremos de manera neutral respondiendo a preguntas como: ¿qué han hecho? ¿cómo lo han hecho? ¿con qué lo han hecho? ¿con quién lo han hecho? ¿cuándo lo han hecho?
Sin embargo, en cuanto a la presentación de PowerPoint que queremos realizar en las reuniones trimestrales, pretendemos exponerlo de forma más subjetiva, entrado en los posibles significados e interpretaciones que tienen las acciones llevadas a cabo por los niños, respondiendo a preguntas como: ¿por qué lo han hecho? ¿por qué no lo han hecho? ¿por qué cada niño actúa de forma distinta ante el mismo estimulo? ¿qué pretende conseguir actuando de esa manera?
Por lo tanto, buscamos informar a las familias sobre las conductas innatas de la infancia en el juego libre a través de nuestra interpretación pedagógica. El medio a través del cual expondremos nuestra documentación a las familias será mediante un panel expositivo y una presentación de PowerPoint. El panel expositivo se realizará de la siguiente manera: en una hoja A3 pegaremos fotografías de acciones que llevan a cabo los niños acompañadas de un texto descriptivo de dicha imagen colocadas cronológicamente.
Por otro lado, el PowerPoint será una herramienta de apoyo visual para las familias (imágenes y vídeos). Esta representará las historias narradas por las maestras que ocurren en la escuela durante el juego libre de los niños. Este medio nos ayudará a explicar a las familias los significados y representaciones que tienen las acciones de los niños cuando se relacionan en un ambiente natural como es el juego.
Para concluir, nos gustaría señalar la importancia que tiene para nosotras documentar y hacer visible la práctica cotidiana del juego en la escuela. De esta manera, podremos repensar, interpretar y reflexionar sobre lo que ocurre en ella para lograr el cambio y la mejora. Asimismo, pensamos que las familias pueden descubrir acciones llevadas a cabo por sus hijos que en el hogar no ocurren, pues se trata de dos ambientes completamente diferentes.
Referencias
Cuba, M, N. L., & Palpa, M, E. (2015). La hora del juego libre en los sectores y el desarrollo de la creatividad en los niños de 5 años de las IEP de la localidad de Santa Clara.
Mañós, R. V., Balagué, À. G., Virgili, N. A., & Montalá, M. D. (2019). Percepción de los maestros sobre el derecho al juego libre en educación infantil y educación primaria.
Estudio desarrollado en Barcelona (España). Bordón. Revista de Pedagogía, 71(4), 151- 165.
Molina, J. A. (2008). El Placer y el Displacer en el Juego Espontáneo Infantil/Pleasure and Displeasure in Children’s Spontaneous Play. Arteterapia, 3, 167-188.
Unicef. (2006). Convención sobre los Derechos del Niño.
Alejandra Albo, Claudia Biancotti y Verónica Cuesta, 2020.
Alimentarse no solo consiste en satisfacer las necesidades fisiológicas para conseguir un desarrollo físico, sino que este es el momento en el que se puede dialogar, adquirir hábitos, actitudes, desarrollar destrezas culturales, sociales, entre otras. Es por ello, que en el centro educativo, se deben adaptar los comedores, los horarios, los espacios y la planificación, para que los niños y niñas de la primera edad, estén estimulados y puedan apreciar las horas de la comida como períodos placenteros y de relaciones con otros (Organización Mundial para la Educación Preescolar, s.f).
Los infantes necesitan practicar, aprender nuevas cosas, ayudar y colaborar en las estos momentos. Cuando son muy pequeños, poco a poco van adquiriendo capacidades para morder y masticar (Guía Infantil, 2016). Asimismo, requieren de las manos para agarrar los alimentos, tocar y jugar con la comida es la mejor manera para que puedan aprender y conocer diferentes cosas (Pequelandia, 2017). Al mismo tiempo, imitan a sus personas cercanas, por lo que es importante saber qué ejemplo es el que transmitimos (Guía Infantil, 2016).
Cabe resaltar, que no solo es importante que los alimentos que se proporcionen sean saludables para obtener un desarrollo sano, sino que, los momentos de la comida se deben considerar como espacios educativos, en los que los niños y niñas hablan con sus familiares, sus compañeros, sus profesores, etc. Las zonas deben ser tranquilas y amplias, donde todos puedan participar en relación a sus capacidades (poniendo la mesa, recogiendo, ayudando), y dónde se tienen en cuenta las opiniones y/o gustos de cada uno (escoger con quien sentarse, qué comer y cuánto comer, a pesar de que, todo ello se supervise por un adulto) (Geis, 2016).
Ahora bien, es importante tener en cuenta el ambiente, la presentación de los platos, la cercanía de los cubiertos o cosas que se necesite, la colocación y el tamaño de las sillas y de las mesas acorde a la edad de los infantes. De esta manera, no necesitan depender constantemente de un adulto para acomodarse o para coger un tenedor. Es así cómo pueden adquirir una autonomía, además, de poder experimentar y conocer su alrededor (Organización Mundial para la Educación Preescolar, s.f).
Atendiendo al papel que tienen los docentes, es necesario decir que deben ver este momento de comida como un proceso educativo más que se desarrolla en el colegio. El responsable del comedor, debe conocer perfectamente a los educandos, de tal manera que sabe que le gusta, si tiene alguna alergia, su situación personal, etc., además, de poder conversar con sus familias habitualmente. Cabe decir que la comunicación es imprescindible en estos momentos, el adulto ha de presentar los alimentos, explicar qué es lo que hay para comer (si es carne o pescado), que cubiertos necesitamos y, qué normas se deben cumplir y respetar (Organización Mundial para la Educación Preescolar, s.f).
Referencias
Geis, A. (2016). La hora del almuerzo en la escuela infantil: Un momento educativo. Aula de Infantil, 87, 9-13. https://bit.ly/3fmjQSc
Guia Infantil (Ed.) (2016). Alimentación para niños de 2 a 3 años. https://bit.ly/3fk2bKZ
Organización Mundial para la Educación Preescolar (Ed.) (s.f). Aprender a comer en la Escuela Infantil. Experiencias Educativas. https://bit.ly/332xCVg
Pequelandia (Ed.) (2017). La alimentación del niño de 1 a 3 años: Consejos para padres. Escuelas Infantiles Privadas. https://bit.ly/2KkO3FU
Noelia Puente Revilla y Cristina Vela Castillo, 2020.
La alimentación es una actividad cotidiana que tiene lugar todos los días. Por ello, los adultos tendemos a no darle la importancia que realmente tiene, viendo estos momentos como un proceso de ingestión de alimentos por pura supervivencia o necesidad, perdiendo el placer por comer, por relacionarse o aprender (Ritscher, 2010).
En estos momentos siempre ocurren sucesos diferentes, ya que como Rabotti (2020) comenta, seentrecruzan relaciones, palabras, juegos o sentimientos, entre otros. Por ello, es importante prestar especial atención, incluso a los pequeños detalles, y acompañar a los niños y niñas en estos actos para favorecer su autonomía y desarrollo personal. De esta manera, a continuación se definirán una serie de criterios que desde nuestro punto de vista definirán este acto en una escuela infantil 0-3 años.
En primer lugar, en cuanto a los espacios, es primordial que los centros escolares infantiles de 0-3 años cuenten con una cocina propia. De esta manera, los niños y niñas podrán comer comida recién hecha y casera y no proporcionada por un catering, ya que es comida precocinada.
Además, la cocina puede ser utilizada como una especie de “laboratorio” donde puedan interactuar con la comida. De este modo, la hora de comer será un momento esperado y con el que disfrutarán (Ritscher, 2010). Siguiendo la misma línea, la escuela infantil tiene que proporcionar alimentos de calidad, es decir, tiene que promover y fomentar una alimentación saludable.
Por otra parte, también se debe prestar atención al ambiente que rodea a esta actividad, evitando y eliminando todo tipo de ruidos, conflictos, momentos desagradables, televisiones o juguetes, entre otros, ya que esto puede derivar en que los niños/as se distraigan y no quieran comer.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es el mobiliario y los cubiertos Estos deben ser ajustados al tamaño de los niños para no dificultar el proceso de comer.
Por último, es recomendable organizar a los niños/as por turnos (dependerá del número de niños/as) para que el docente pueda conceder el tiempo necesario para este acto, así como establecer una relación de confianza con cada uno de los niños/as mediante la interacción entre ellos. De esta manera, el momento de la comida se convertirá en un espacio de aprendizaje donde los niños/as tendrán la oportunidad de desarrollar y potenciar su autonomía, la comunicación y sus relaciones con la maestra y los compañeros (Sensat, 2019).
Por otro lado, las actividades de la vida cotidiana que se llevan a cabo en la escuela difieren bastante de la realidad, siendo mucho más rápidas y estresantes (Ritscher, 2010). Además, dado que los adultos tenemos este acto interiorizado, tendemos a no captar los procesos ni los éxitos de los niños. Por ello, es importante planificar intencionadamente qué queremos que suceda (Blasi, 2003).
Del mismo modo,es imprescindible que los tiempos de la comida se parezcan más al tiempo subjetivo de los niños/as. De esta manera, los momentos relacionados con la alimentación tienen que ser flexibles, adaptándose y ajustándose a los ritmos individuales de cada niño/a (Fabrés, 2006). En la misma línea, los tiempos de comida no se deben prolongar más de lo necesario, ya que hay niños/as que no pueden estar sentados en una silla durante mucho tiempo, otros/as que necesitan poco tiempo para comer, mientras que otros/as necesitan disponer de más tiempo para llevar a cabo este acto (Thió, 2011).
Por todo ello, el docente tiene que cuidar su comportamiento y adaptarse a las necesidades de cada niño/a a la hora de comer. La paciencia y la empatía son actitudes que tiene que tener. Asimismo, es importante que durante la comida el docente interaccione con el niño/a, explicándole en todo momento lo que se está haciendo.
Además, es fundamental que si se realiza algún pacto con el niño/a se cumpla, porque se puede sentir engañado (Thió, 2011). Del mismo modo, el docente no tiene que fijarse solamente en sí el niño/a ha comido todo, sino que tiene que centrarse más en cómo está comiendo para saber cuáles son sus logros y cuáles sus dificultades y así ayudarle (Ritscher, 2010).
Por último, es importante dejar a los niños/as que experimenten, que sean ellos/as mismos quienes decidan cómo comer, así como servirse su propia comida. Por lo tanto, dejarles libertad es necesario, ya que así el momento de la comida será divertido, entretenido y atractivo (Thió, 2011).
Referencias
Blasi, M. (2003). La vida cotidiana de 0 a 6 años. Aula de Infantil, 11.5-10.
Fabrés, M. (2020). En el día a día nada es banal, nada es rutina. Revista In-fan-cia, 100, 14-17.
Ritscher, P. (2010). Comer con todo detalle. Infancia: Educar de 0 a 6 años. 119, 25-27.
Sensat, R. (2019). Una mirada a las rutinas cotidianas. Infancia en Europa hoy. Infancia, 1.
Thió, C. (2011). La comida más allá de la nutrición: autonomía, autoestima, responsabilidad. Aula de Infantil, 59, 44-45.
Raquel Gómez Ruiz y María Cristina Ocejo Arce, 2020.
La educación de los niños involucra a distintos agentes educativos, principalmente la familia y escuela. Por ello es especialmente importante que exista una buena relación basada en la comunicación entre ambos, ya que así se involucran de manera conjunta en su desarrollo y pueden intercambiar información sobre él, sus progresos, sus dificultades, sus actividades fuera de la escuela… Es una manera de que la docente pueda comprender el contexto del niño y de que la familia conozca a la persona que se encarga de la educación del mismo, así como las cosas que suceden dentro del centro educativo (López-Herranz, 2004).
La vida cotidiana tiene momentos que propician la comunicación entre familia y escuela, y, según Arnaiz (2012), permite mejorar la calidad de la identidad del niño y dar respuesta a las necesidades del niño mediante el refuerzo de las relaciones personales entre sus referentes personales con el objetivo de conocer la vida del niño de forma más cercana.
En este caso nos vamos a centrar en los momentos de entradas y salidas puesto que, por su carácter informal y su frecuencia, favorece el intercambio de información relevante entorno al niño y su contexto. Algunos de los temas que pueden surgir son: aspectos relacionados con la salud, conflictos, desarrollo de habilidades, conductas, intereses… Es muy importante que la profesora tenga en cuenta la ausencia de intimidad en estos momentos a la hora de transmitir cierta información (tanto verbal como corporal), la presencia del niño y la sensibilidad de la familia (Menendez, Ruiz y Rebaque, 2002).
Una vez contextualizado lo que entendemos por la comunicación entre familia y escuela en los momentos de la vida cotidiana, vamos a exponer el análisis de los resultados de la escucha y la observación.
Después de analizar los colegios de prácticas en los que hemos estado, podemos afirmar que la mayoría de centros no fomentan la comunicación con las familias, ni siquiera en la vida cotidiana. En las experiencias que hemos tenido la comunicación se basa en reuniones concertadas cuando hay un problema específico y claro, sin embargo en el día a día no se tiene en cuenta o solo de forma superficial para tratar temas relacionados con aspectos físicos (diarrea, estreñimiento, heridas, golpes, sueño…). Por lo tanto, consideramos que no aprovechan las oportunidades que brinda la vida cotidiana para comunicarse y en consecuencia entenderse, conocerse, apoyarse entre ambos y fomentar de forma conjunta el desarrollo óptimo del niño, tal y como exponen Arnaiz (2012) y López-Herranz (2004).
Sin embargo, por lo trabajado en la asignatura Atención Psicoeducativa de 0 a 3 años y lo explicado al inicio del documento, la teoría dista mucho de la realidad que las tres hemos observado sobre este tema.
Algún ejemplo de cómo puede llevarse a cabo la vida cotidiana para fomentar la comunicación entre familia y escuela y aprovechar los beneficios que tiene, podría ser: evitar que las entradas a la escuela sea un intercambio de niños en el que la familia deposita a sus hijos en la fila y la docente los recoge (a la inversa en las salidas), sino que haya un encuentro entre los agentes en el que puedan mantener una conversación. Otra posibilidad sería que la docente muestre interés y preocupación por conocer y entender los contextos de cada uno de sus alumnos, ya que consideramos que una de las barreras que dificultan la comunicación es que a las familias les cuesta más dar el paso por timidez o vergüenza.
Por otro lado, una de nosotras expone que en uno de los centros donde ha realizado prácticas, la comunicación entre familia y escuela es más habitual y se lleva a cabo en la vida cotidiana con naturalidad. En las entradas al aula, la tutora sale al pasillo a recibir a niños y familias, ha saludarlas, charlar con ellas e invitarlas a entrar al aula. Aunque estaba más presente, es cierto que no se desarrollaba de una manera individual sino más bien global porque la docente no se detenía a hablar con cada uno, sólo con aquellos con los que surgía espontáneamente o con los que tenía que intercambiar algún tipo de información.
Esto se acerca más a lo trabajado en clase ya que hay una comunicación más cercana y más frecuente que en el primer ejemplo.
De todo ello, concluimos con la idea que expone Fabrés (2006) al remarcar la importancia de la manera en la que estos momentos se llevan a cabo puesto que definen la interacción entre ambos agentes educativos.
Referencias
Arnáiz, V. (2012). ¿Cómo se cuida la identidad del niño en nuestra escuela? Aula de Infantil, 65, 27-28.
Fabrés, M. (2006). En el día a día nada es banal, nada es rutina. In-fan-cia, 100, 14-17.
López-Herranz, R. (2004). Aula de Infantil. Revista Aula de Infantil, 18
Menendez, L., Ruiz, J.M. & Rebaque, M.O. (2002). La tutoría en educación infantil. Praxis.
Alejandra Massot, Leire Pérez y Rebeca Vega, 2020.
El tema elegido ha sido producto del deseo de querer discutir, debatir y reflexionar acerca de la importancia que tienen los espacios del centro educativo. Por la necesidad de querer ir más allá del aula, la cual parece ser siempre la protagonista, y acercarnos y dar visibilidad a los tantos espacios e instalaciones que también forman parte de la vida del centro y donde también se narran historias muy interesantes.
El concepto “instalaciones” tiene que ver con los conjuntos de construcciones e infraestructuras de un determinado lugar. En este caso, de un centro educativo con alumnos de 0 a 3 años. Con este concepto se tienen en cuenta las aulas, los pasillos, zonas de recreo… No obstante, con este trabajo, nosotras hemos querido ir más allá.
Hemos querido combinar aspectos formales y legislativos que deben tenerse en cuenta a la hora de construir una institución educativa (medidas, materiales, elementos arquitectónicos…) Pero también hemos visto necesaria la idea de plasmar cómo es cada espacio y cómo influye en los niños y en su relación con los espacios, con sus iguales y con los maestros.
Hemos querido transmitir también la necesidad de que existan determinados espacios en el centro que, a priori, pudieran no parecer muy importantes, pero que, realmente, aportan mucha riqueza a la experiencia escolar para los pequeños.
Este trabajo lo hemos querido fundamentar en una serie de ideas que resumen nuestra obra y nuestra intención con ella:
Cómo y de qué manera surge la necesidad de construir escuelas y cómo las obras y pedagogías de determinados autores han influido en ello.
Identificar las instalaciones más comunes en los centros educativos, así como su funcionalidad, su uso y el porqué de su necesidad.
Identificar las instalaciones menos comúnmente presentes en las escuelas e indagar el porqué y porqué deberían o no tener más presencia en los centros.
El significado que tienen los diferentes espacios del centro no solo para los niños, sino para todo el personal y aquellas personas que participan de la vida de él.
Reglamentación y normativas que cumplir para la proyección de un centro.
Las numerosas conceptualizaciones a la hora de proyectar los espacios.