La educación de los niños involucra a distintos agentes educativos, principalmente la familia y escuela. Por ello es especialmente importante que exista una buena relación basada en la comunicación entre ambos, ya que así se involucran de manera conjunta en su desarrollo y pueden intercambiar información sobre él, sus progresos, sus dificultades, sus actividades fuera de la escuela… Es una manera de que la docente pueda comprender el contexto del niño y de que la familia conozca a la persona que se encarga de la educación del mismo, así como las cosas que suceden dentro del centro educativo (López-Herranz, 2004).
La vida cotidiana tiene momentos que propician la comunicación entre familia y escuela, y, según Arnaiz (2012), permite mejorar la calidad de la identidad del niño y dar respuesta a las necesidades del niño mediante el refuerzo de las relaciones personales entre sus referentes personales con el objetivo de conocer la vida del niño de forma más cercana.
En este caso nos vamos a centrar en los momentos de entradas y salidas puesto que, por su carácter informal y su frecuencia, favorece el intercambio de información relevante entorno al niño y su contexto. Algunos de los temas que pueden surgir son: aspectos relacionados con la salud, conflictos, desarrollo de habilidades, conductas, intereses… Es muy importante que la profesora tenga en cuenta la ausencia de intimidad en estos momentos a la hora de transmitir cierta información (tanto verbal como corporal), la presencia del niño y la sensibilidad de la familia (Menendez, Ruiz y Rebaque, 2002).
Una vez contextualizado lo que entendemos por la comunicación entre familia y escuela en los momentos de la vida cotidiana, vamos a exponer el análisis de los resultados de la escucha y la observación.
Después de analizar los colegios de prácticas en los que hemos estado, podemos afirmar que la mayoría de centros no fomentan la comunicación con las familias, ni siquiera en la vida cotidiana. En las experiencias que hemos tenido la comunicación se basa en reuniones concertadas cuando hay un problema específico y claro, sin embargo en el día a día no se tiene en cuenta o solo de forma superficial para tratar temas relacionados con aspectos físicos (diarrea, estreñimiento, heridas, golpes, sueño…). Por lo tanto, consideramos que no aprovechan las oportunidades que brinda la vida cotidiana para comunicarse y en consecuencia entenderse, conocerse, apoyarse entre ambos y fomentar de forma conjunta el desarrollo óptimo del niño, tal y como exponen Arnaiz (2012) y López-Herranz (2004).
Sin embargo, por lo trabajado en la asignatura Atención Psicoeducativa de 0 a 3 años y lo explicado al inicio del documento, la teoría dista mucho de la realidad que las tres hemos observado sobre este tema.
Algún ejemplo de cómo puede llevarse a cabo la vida cotidiana para fomentar la comunicación entre familia y escuela y aprovechar los beneficios que tiene, podría ser: evitar que las entradas a la escuela sea un intercambio de niños en el que la familia deposita a sus hijos en la fila y la docente los recoge (a la inversa en las salidas), sino que haya un encuentro entre los agentes en el que puedan mantener una conversación. Otra posibilidad sería que la docente muestre interés y preocupación por conocer y entender los contextos de cada uno de sus alumnos, ya que consideramos que una de las barreras que dificultan la comunicación es que a las familias les cuesta más dar el paso por timidez o vergüenza.
Por otro lado, una de nosotras expone que en uno de los centros donde ha realizado prácticas, la comunicación entre familia y escuela es más habitual y se lleva a cabo en la vida cotidiana con naturalidad. En las entradas al aula, la tutora sale al pasillo a recibir a niños y familias, ha saludarlas, charlar con ellas e invitarlas a entrar al aula. Aunque estaba más presente, es cierto que no se desarrollaba de una manera individual sino más bien global porque la docente no se detenía a hablar con cada uno, sólo con aquellos con los que surgía espontáneamente o con los que tenía que intercambiar algún tipo de información.
Esto se acerca más a lo trabajado en clase ya que hay una comunicación más cercana y más frecuente que en el primer ejemplo.
De todo ello, concluimos con la idea que expone Fabrés (2006) al remarcar la importancia de la manera en la que estos momentos se llevan a cabo puesto que definen la interacción entre ambos agentes educativos.
Referencias
Arnáiz, V. (2012). ¿Cómo se cuida la identidad del niño en nuestra escuela? Aula de Infantil, 65, 27-28.
Fabrés, M. (2006). En el día a día nada es banal, nada es rutina. In-fan-cia, 100, 14-17.
López-Herranz, R. (2004). Aula de Infantil. Revista Aula de Infantil, 18
Menendez, L., Ruiz, J.M. & Rebaque, M.O. (2002). La tutoría en educación infantil. Praxis.
Alejandra Massot, Leire Pérez y Rebeca Vega, 2020.